Los que nacimos y crecimos en Buenos Aires tenemos una relación simbiótica con nuestra ciudad. La queremos, la odiamos, la nombramos hasta el cansancio, la sentimos parte de nuestras vidas.
Y es porque en sus calles transcurren nuestras vidas, y es este espacio urbano el que le da forma a nuestra cotidianeidad. Acá reímos, jugamos, amamos, lloramos, nos encabronamos, nos divertimos, sufrimos por amor, conocemos amigos nuevos, perdemos amigos viejos, cogemos, puteamos, soñamos, y volvemos a empezar cada día.
La ciudad le da sus espaldas al río. Pero no a nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario