septiembre 20, 2010

Black & Yellow

Cada taxi es un pequeño mundo. Algunos taxistas son odiosos, otros no, pero nos agarran en días de mierda y desearíamos que se traguen la lengua.
Todos ellos, para bien o para mal, son protagonistas y, a su vez, testigos privilegiados de este laberinto urbano que habitamos.
Pero hay veces en que se dan simpáticas conversaciones con los taxistas. No sé si creen que su profesión los hace medio psicólogos, o si por el contrario, ellos se psicoanalizan un poquito con cada pasajero. Creo que es un intermedio entre ambas cosas, según el día.

Anoche subí a un taxi para volver a casa. El señor que conducía está a pocos meses de jubilarse, después de cuatro décadas al volante, y me habló de eso, de cómo sobrellevaba el asunto, de cómo una persona que se siente jóven debe dejar de trabajar porque la sociedad así lo indica.
¿Qué hacemos con nuestras vidas cuando todo cambia? ¿Cómo nos adaptamos a que, de un día para el otro, lo que para uno era cotidiano, simple, común, deja de estar, ya no es parte de nosotros?

Dejé terapia hace algunos meses. Pero anoche tuve una sesión de 45 cuadras.

No hay comentarios:

Publicar un comentario