septiembre 30, 2010

Cuestión de orgullo

Por momentos me muero de ganas de pasearme por la facultad de la mano de un chongo divino, para que mi ex sienta en carne propia al menos un poquito de lo que yo siento.

(¿será que le va a importar?)

(conversaba hoy del tema con mi hermano, y le conté esto, ante lo cual soltó una carcajada y me dijo "no podés ser tan patética")

Pero sí, puedo.
Y lo pienso.
Es mas, cuando digo "chongo divino" el primero que se me viene a la mente es Pablo, ese chico del cual Esteban siempre estuve tan celoso.
En mi mente ya planifiqué todos los detalles: Pablo es un muy buen amigo mío, y lo conoce a Esteban y sabe lo que sufrí por él y lo mal que se portó conmigo. Si le digo que realmente necesito comerle la boca en la puerta de un aula justo cuando pasan los amigos chusmas de mi ex, yo creo que él se puede llegar a copar.


Pagarle al otro con la misma moneda sólo genera una satisfacción pasajera, lo sé. Pero satisfacción al fin.

septiembre 27, 2010

No es lo mismo...

Cuando sos soltera estás jugando tranquila.
Cuando volvés a ser soltera, pareciera que jugás con hambre de gol.
O al menos así lo percibe el otro equipo.

Y cuando huelen carroña, los buitres se acercan.

septiembre 26, 2010

Crónicas de una mujer herida

Este sábado hice lo que toda mujer despechada, engañada, y con el corazón destrozado debe hacer.

Primero fui a la peluquería. Ahora tengo un nuevo corte de pelo, reflejos, y las uñas de manos y pies perfectamente arregladas y pintadas de colorado.

Como si esto fuera poco, de ahí fui a pasear mi nuevo look por el conocido shopping de Palermo.
La tarde me dejó como saldo un saquito, dos remeras, una chalina con flores, y una cartera azul.

Hay cosas que el dinero no puede comprar. Para todo lo demás existe la credit card.

septiembre 24, 2010

Basta para mí

Anoche vi una película muy triste, y me acosté pensando en Esteban. Y empecé a llorar. Una lágrima tras otra, sin poder contenerlas, en amargo silencio.
No sé cuanto tiempo estuve así, llorando en la oscuridad, retorciendome en mis pensamientos, hasta que finalmente me dormí.
Me desperté sobresaltada mucho antes que sonara el despertador. No me acuerdo que soñé, pero no debe haber sido nada agradable.
Fui al baño. Me miré en el espejo. Tenía los ojos hinchados y enrojecidos, estaba pálida, y tenía unas ojeras enormes y el pelo desordenado y opaco.

Hasta acá llegué

Me bañé, me puse mi crema favorita y me perfumé.
Me peiné prolijamente, y por primera vez en muchos días me maquillé.
Me vestí bonita, me puse botas altas, agarré una de mis mejores carteras.
Me puse aros grandes y me perfumé un poquito mas.
Y me volví a mirar al espejo.
Y me volví a encontrar en el espejo.

septiembre 22, 2010

Capítulo 1

(O ¿puede ser interesante leer una historia cuyo final ya fue anunciado?)

Esteban me volvió a invitar a salir a los pocos días. No pudimos esperar al fin de semana siguiente , nos ganó la ansiedad, y un día después de clases fuimos a tomar algo. Otra noche larga, de mucha charla. No podía durar hasta el amanecer como la anterior salida, porque al día siguiente ambos teníamos que trabajar, pero igualmente se extendió por varias horas.
Esta vez él no se sentó del otro lado de la mesa, sino al lado mío, y me miraba mucho a los ojos, y después me miraba la boca, y se ponía colorado, y hacía largas pausas.
En un momento recorrió suavemente con los dedos la distancia sobre la mesa que separaba sus manos de las mías, pero terminó arrepintiéndose y apenas rozó mi brazo antes de volver a la posición original.
Pero las cartas ya estaban sobre la mesa.
Pasada la medianoche me acompañó a tomar un taxi. Las pocas cuadras que caminamos hasta la avenida fueron en absoluto silencio. Esa misma avenida en la que tantas cosas iban a pasar después...
En silencio también nos quedamos parados, mirándonos, sin saber qué hacer o qué decir. La lluvia nos apuró, y finalmente me dispuse a parar alguno de los autos que se acercaba. Y cuando me moví, dispuesta a levantar la mano, me abrazó.
En el momento que sentí la tibieza de su cuerpo contra el mío dejaron de importarme la lluvia, el frío, la noche y los taxis. El corazón se me salía del pecho. Todavía me acuerdo de eso y no puedo dejar de sonreir: todo lo que pasó después no borra la emoción de ese momento.
Así, abrazados y en silencio, nos mirabamos. Creo que me quería hablar con los ojos. Se ruborizó tiernamente, y apoyó su cabeza en mi hombro. Creo que estaba temblando. Yo. Y él también. Los dos temblabamos.
Respiró hondo, levantó la cabeza, y me dió el beso mas tierno de mi vida. Sentía la adrenalina corriéndome por las venas. Pensé que se me iban a aflojar las piernas.

...

A los 10 minutos ya estaba arriba de un taxi. Era tarde, hacía frío, llovía. Creo que después de los besos apenas intercambiamos un par de palabras.
Pero las sonrisas en nuestras caras hablaban por nosotros.

Capítulo 0

Cuando uno no sabe cómo empezar a contar algo, lo mejor es arrancar por el principio.

Hay un culpable de tanta melancolía hecha blog. Hay una razón para tener el corazón con agujeritos, y para necesitar este desahogo.
Llamémosle Esteban.

Esteban y yo nos conocimos en la facultad. Bastaron algunos cruces de miradas para que timidamente comenzara a hablarme, cada clase un poquito mas, o cuando nos cruzábamos, cada vez mas seguido aunque casualmente por los pasillos. Y se empezó a sentar al lado mío y a darme conversación durante las clases. E intercambiamos direcciones de mensajeros electrónicos y continuamos nuestras charlas en la web.
Hasta que un día me invitó a salir.
Fuimos a tomar algo a un barcito cualquiera, y un par de bebidas terminaron convirtiéndose en toda una noche juntos. Una noche en la que no hubo mas que palabras, miradas, silencios, y después mas palabras. Ni un beso, ni un acercamiento, nada.
Pero fue apenas la primer noche de tantas juntos.

Volví a mi casa mientras asomaba el sol, con bastante confusión. Realmente me había gustado Esteban, me había sentido muy cómoda con él, habíamos tenido una conversación muy amena, teníamos muchas cosas en común, pudimos charlar de un modo muy abierto y franco y empezamos a conocernos el uno al otro, después de semanas de tenernos en la mira. Pero cuando subí al taxi para irme, me saludó con un beso descuidado en la mejilla. ¡Y ese fue el mayor acercamiento en toda la noche!
Mil cosas me daban vueltas la cabeza... ¿Sería que yo no le gusté? ¿Hice algo mal? ¿Dije algo malo? ¿Me tendría que haber arreglado mas? O capaz que solamente me quería coger, y como no le dí pie, me manda a freir churros... ¿O pensará que soy fea? Bueno, sí, no soy la mas linda de la facultad, pero si me invitó a salir por algo es... Capaz que se tiró el lance de agrandado nomás, pero que en realidad nunca quiso salir conmigo...

Pero al ratito de llegar a mi casa me despejó todas las dudas con un mensajito de texto.
Y después otro, y otro.
Una catarata de mensajes se sucedieron durante el resto del fin de semana, y me dejaron en claro que simplemente era tímido. Y además, un caballero.
Y que, por lo visto, este caballero tímido estaba loco por mí.

septiembre 21, 2010

Después del amor

Ya te puteé en mil idiomas.
Ya te extrañé hasta temblar.
Ya tuve los ojos colorados e hinchados.
Ya tuve un tic nervioso.
Ya pasé por las pastillas para dormir.
Ya pasé por otras drogas.
Ya soñé con vos y me desperté llorando.
Ya pasé noches enteras sin dormir.
Ya pasé días sin comer.
Ya me encerré en mi casa por días.
Ya estuve días sin ir al laburo.
Ya escribí una decena de mails que nunca te voy a mandar.
Ya hablé de vos hasta que se me secó la boca.
Ya pensé en vos hasta que se me secó la mente.
Ya tuve palpitaciones.
Ya me descompuse y se me retorcieron las tripas.
Ya abracé a mi mamá, a mi amiga, y hasta a mi almohada buscando consuelo.
Ya te volví a ver y me temblaron las piernas.
Ya dejé de escuchar música por días porque todo me recordaba a vos.
Ya dejé de ir a ciertos lugares.
Ya crucé de vereda para no pasar por algunos otros.
Ya releí tus cartas.
Ya borré tus mails.
Ya te eliminé de todos lados.
Ya dejé de leer tus blogs.
Ya escondí los objetos que me traen demasiados recuerdos.
Ya sepulté tus fotos.
Ya lloré en el colectivo.
Lloré en el subte.
Lloré caminando por la calle.
Lloré en el parque.
Lloré en mi habitación.
Lloré en el ascensor.
Lloré en casa de mi amiga.
Lloré abrazando a mi perro.
Lloré frente a la computadora.
Lloré mirando el teléfono.
Lloré en la ducha.
Ya lloré.

¿Faltará mucho para olvidarte?

septiembre 20, 2010

Black & Yellow

Cada taxi es un pequeño mundo. Algunos taxistas son odiosos, otros no, pero nos agarran en días de mierda y desearíamos que se traguen la lengua.
Todos ellos, para bien o para mal, son protagonistas y, a su vez, testigos privilegiados de este laberinto urbano que habitamos.
Pero hay veces en que se dan simpáticas conversaciones con los taxistas. No sé si creen que su profesión los hace medio psicólogos, o si por el contrario, ellos se psicoanalizan un poquito con cada pasajero. Creo que es un intermedio entre ambas cosas, según el día.

Anoche subí a un taxi para volver a casa. El señor que conducía está a pocos meses de jubilarse, después de cuatro décadas al volante, y me habló de eso, de cómo sobrellevaba el asunto, de cómo una persona que se siente jóven debe dejar de trabajar porque la sociedad así lo indica.
¿Qué hacemos con nuestras vidas cuando todo cambia? ¿Cómo nos adaptamos a que, de un día para el otro, lo que para uno era cotidiano, simple, común, deja de estar, ya no es parte de nosotros?

Dejé terapia hace algunos meses. Pero anoche tuve una sesión de 45 cuadras.

septiembre 18, 2010

Génesis

La mayoría de nosotros empieza a escibir cuando le rompen el corazón. El dolor de a poco se apaga, se transforma en una melancolía casi dulce, y nos impulsa a agarrar una birome y un papel, o a sentarnos frente al teclado, y dejarnos fluir.
Este blog empieza entonces con los recuerdos de un corazón roto. Pero no es solo eso: es también un compendio de todas las veces que amé, que reí, que sufrí, que esperé y que desesperé.
Este blog es una historia común, la de una porteña cualquiera de veintipico de años con ganas de contarle al mundo que no es una porteña mas, o en verdad si, pero una con cosas qué decir.

septiembre 17, 2010

Por la vereda de enfrente

Hay una esquina en la que me dio el primer beso. Tímida, suavemente. Con muchas vueltas, con poca prisa.
En el mismo barrio, con no muchas cuadras de distancia, hay una esquina en la que me dio el último beso. Melancólico, triste. Bañado por lágrimas, con sabor a nunca mas.

Hoy evito ambas esquinas

Corazón mirando al sur

Los que nacimos y crecimos en Buenos Aires tenemos una relación simbiótica con nuestra ciudad. La queremos, la odiamos, la nombramos hasta el cansancio, la sentimos parte de nuestras vidas.

Y es porque en sus calles transcurren nuestras vidas, y es este espacio urbano el que le da forma a nuestra cotidianeidad. Acá reímos, jugamos, amamos, lloramos, nos encabronamos, nos divertimos, sufrimos por amor, conocemos amigos nuevos, perdemos amigos viejos, cogemos, puteamos, soñamos, y volvemos a empezar cada día.

La ciudad le da sus espaldas al río. Pero no a nosotros.